LA ÚLTIMA CHIMENEA





"La última chimenea"

- Desde que entre a formar parte del mundo de la escalada, las enormes grietas rocosas siempre me llamaron la atención. Solo con decir que la primera vía que me llevaron fue una corta chimenea en les escletxes de Papiol, da a entender que en aquella época la escalada interior era una técnica más que habitual en la mayoría de escuelas. Repetir las chimeneas de Sant Jeroni (TIM, Torras-Nubiola...), o los consagrados empotramientos de la Mòmia (Haus-Estrems o Santacana) era sinónimo de saber escalar con mayúsculas. En Montserrat existen muchas, todas muy buenas, pero al salir fuera comprobé que no habían tantas como me esperaba. Quizás el conglomerado es más propicio a ellas, y en lugares como Riglos la primera parada se sucedía en la chimenea de los Cachorros, la Gripe, la Pany-Haus y el que más a la Galletas del Fire, antes de encalomarse por los desalentadores muros que todos conocemos.
En calcáreo, las citas obligadas eran la vía Font, la Pany-Haus y la Estorach, todas en el Pollegó Inferior del Pedraforca, y una tal Santacana en la escuela tarraconense de la Riba.
Con éste fisurado recital, se obtenía el carnet de primera en el mundo de la oposición. Con el tiempo todo esto ha cambiado y la escalada ha tomado otro rumbo dejando quizás olvidadas estas selectas rutas, que aún hoy poseen un interés incuestionable para todos aquellos que buscan la aventura más allá del grado y los parabolts.





En mi trayectoria como aperturista he tenido el honor de abrir alguna que otra chimenea interesante, pero siempre ha sido una ardua tarea de exploración pues no hay tantas, y las más evidentes ya son legendarias. La mayor parte de ellas son vías expuestas, aunque a veces de tan estrechas, lo difícil es caerse reptando como un lagarto. Lo seguro que en todas ellas aparece el término sorprendente, que las hace diferentes al resto gracias en muchos casos a una tercera dimensión que nos aporta más ambiente y espectacularidad. Con el tiempo, repetirlas ha estado siempre una obsesión, y hallarlas una grata sorpresa.



Vías Font y Estorach, las chimeneas del Pollegó Inf. (Pedraforca)


A estas alturas, abrir una chimenea en condiciones ya es toda una lotería, hay que explorar lo inexplorado quemando gasolina a destajo, o descubrir milagrosamente un objetivo camuflado que pasó inadvertido al ojo humano. Hace poco he tenido la suerte de encontrar un buen trofeo de coleccionista oculto entre las entrañas de nuestro querido Montserrat, y una vez más he vuelto a pensar si ésta será "la Última Chimenea".





- La vía Armand-Albert fue el fruto de nuestra primera salida al Pirineo en un tiempo en que la zona de la Restanca presumía de mucho terreno virgen por explorar. Sin apenas conocer nada, el aquel entonces guarda del refugio Pitu Trias, nos aconsejó el Pic de Monges como el objetivo más acorde con nuestro talante montserratino, ya que a las 10 de la mañana aún estábamos en la puerta del refugio preparando el material. Una vez localizada la pared, lo más arrogante con diferencia fue la enorme chimenea que fracturaba la vertiente norte, y sin más preámbulos nos pusimos mano a la obra decididos a triunfar. Pero el primer contacto con el granito resultó una gran decepción al no ser capaces de colocar un buril en la reunión. Roca extraordinariamente monolítica y fisuras extraplanas era el duro panorama que ofrecía aquella monstruosa grieta a ratos mojada y con un ambiente claustrofóbico. Afrontando el reto con un material más propio del conglomerado, pudimos vencer a duras penas aquel inesperado trance mediante una oposición intensa, mantenida y peliaguda en todo momento. El resto de la aventura solo resultó un mero trámite para alcanzar la cima de aquella inhóspita montaña, volver al refugio a las tantas, y no volver jamás por aquellos parajes.


ALGUNAS  CHIMENEAS  MÁS  MODERNAS





Josep Enric Castellnou en la vía Ramonage













Durante la 1ª asc. al Cavall de Guixers





Vista de la rectilínea chimenea de la vía Tascón-Man (Alacant)




Mª José Chesa en la vía Perla de Segre (1ª asc)














ESCALADAS EN AUSTRIA





KARWENDEL
"Canela en rama"

Tres inolvidables ascensiones. Septiembre, buen mes para escalar los colores del horizonte: alba rojiza, calcáreo azulado, descenso oscuro.

Después de unas fascinantes ascensiones dolomíticas, decidimos cambiar el escenario italiano por el tirolés. Una seria de veteranas recomendaciones -entre ellas las de Rudolf Schiendl y Joan Nubiola- nos conducen hacia un lugar colmado de historia: el Karwendel. Las fotos de la pequeña guía, son el reclamo hacia la más vasta muralla que acoje este pequeño país llamado Austria. No parece ni la Civetta ni la Marmolada, pero su sombra se extiende más de 5 km por su interminable vertiente norte, y su altura oscila entre los 700 y 1000 m de verticalidad. Sus itinerarios cuentan como obras maestras de la escalada, Auckenthaler, Rebitsch, Rainer, Schmidhuber, Dibona, hermanos Herzog, entre otros, responden a la garantía de calidad que andábamos buscando. Entre sus primeras ascensiones, el diedro "Ha-He", posiblemente el primer itinerario cotado de sexto grado que se conoce en la historia (1922), reafirma que lo que nos espera es "canela en rama"...



Pared norte del Laliderer

En pocas horas llegamos a Innsbruck, dejando atrás el Brennero. La capital del Tirol nos da la bienvenida y desencanto con su ajetreado tráfico de autopistas sumergidas en el valle. Poco a poco, como fugitivos del asfalto, encarrilamos mapa en mano, las ramificadas valles en dirección norte hacia nuestro objetivo. Deambulando por la carretera ya de noche...de pronto la frontera alemana, ya nos hemos salido de órbita. Consultamos el plano y resulta que todo va bien, unos kms alemanes y otra vez en Austria. Vorderriss, luego Hinterriss y por fin el peaje típico de la zona -abierto de noche para nosotros- que nos conducirá al final del viaje: Eng.



En la travesía de entrada al Gran Diedro N.

Nuestro querido R5 acoge con gran alegría el aparcamiento después de tal laberíntico trayecto. "De noche todos los gatos son pardos", y si ayer todo parecían casitas campestres, con la luz del día se transforman en grandes establecimientos rebosantes de salchichas y cerveza. Una caravana de autobuses nos despierta de nuestro "vivac-cuneta" y se estacionan como fichas de un gran puzle descargando todo el personal. Tal ajetreo y peregrinaje, era consecuencia del panorama que se abría ante nuestros ojos a cada paso que dábamos durante la pesada subida hacia el "Hohljoch". El Grubenkarspitze mostraba su colosal vertiente como "telonero", mientras su espolón norte nos ocultaba vanidosamente el gran recital rockero que se nos venía encima: la Laliderer Wände.



En los primeros largos del Gran Diedro N.

Era difícil calcular las proporciones de tal monstruosidad, pero sí las del refugio donde teníamos que llegar desde el "Hohljoch" atravesando por lo sano toda la base de la pared.
Siendo un sábado, el ambiente era totalmente festivo, y por el camino se sucedían los saludos "marchosos" gracias a las jarras de birra que servían en el refugio Falken. Todo hay que decirlo, pero en cuestión precio-calidad, los refugios del "Alpenverein" se llevan la palma por su excelente servicio. Está prohibido acampar, pero es que por menos de 300 pelas al día, los escaladores disponen de un refugio anexo, perfectamente acondicionado, que con sólo carretear el material y la comida necesaria para nuestra estancia es suficiente. Gracias a la estratégica situación del Falken, podemos pasar horas y horas admirando el espectáculo sin apenas aburrirnos, eso sí, para ver gente escalando serán necesarios unos buenos prismáticos y mucha imaginación.



Aspecto general del Gran Diedro Norte

Son las 6 de la mañana y el murmullo de los mosquetones indica que son muchos los interesados por surcar la Laliderer. A las 6.30, las camareras sirven afanosamente el almuerzo a las cordadas bajo la tenue luz del salón del refugio, anticipándose al alba. Ha llegado la hora de revivir una aventura del gran Mathias Rebitsch y dirigirnos hacia la Directa Norte. Un corto paseo nos lleva al pie de vía ansiosos de saborear una calcárea roca "algo extraña" de vista, y "algo dudosa" de tacto. Dos viejos pitones medio salidos nos obligan a montar reunión bajo unos desplomes esquistosos, sobre un terreno multi-evidente difícil de acertar a primera vista. Por lo cutre que está todo, o esto no es la vía en cuestión o aquí respetan hasta las piedras sueltas al pasar. Llegar a la segunda reunión ya fue toda una "apoteosis", así como el único pitón que pudimos clavar. Desde aquí hasta la "Torre Gris", la roca cambia radicalmente y la escalada se vuelve difícil pero muy agradable, aunque persiste el óxido en los pitones...Mi intención no es contar los 29 largos de esta ruta histórica, sino dar una ligera idea de lo que allí se cuece desde el año 1946.




Al cabo de dos días, atacamos el Gran Diedro Norte abierto por Rebitsch en el 47. Roca buena en general y los viejos clavos que colocó el "maestro" al pasar, todo un alarde de dificultad. Si estos veteranos itinerarios abiertos a finales de los 40 ya superaban el sexto grado de dificultad, ¿como serían las modernas rutas como la "Alptraum" (VIIº/A3) abierta en el 79?



Armand, Lluís Lucas y Jean Charles Peña




Los del refugio, que al principio no nos veían con buenos ojos y no entendían lo de una cordada de tres, pronto se congratularon de nuestra actividad y hasta nos recomendaron nuevas "tapias". Una de ellas, el Pequeño Lafatscher, divisado ya desde la cima del Laliderer, albergaba una monolitica losa de tal magnitud, que en su corrimiento había formado sendos diedros verticales de hasta 250 m. Nuestra escasa información, se limitaba a una vieja guía prestada y un número especial del "Der Bergsteiger" sobre el Karwendel, en el que aparecía un breve artículo sobre el Lafatscher. Unas fotos yosemíticas y unas guerreras columnas de texto nos llamaron la atención, una vía del 83, abierta por Sepp Jöchler y Rudi Mayr sobre un arrogante diedro de la gigantesca losa, aún no contaba con ninguna repetición. La aventura estaba servida, se llamaba "Sturmwind".






De vuela a Innsbruck para desviarnos en Absam y subir la fuerte pendiente del valle de Hall dirección a Sta. Magdalena. La belleza tirolesa queda reflejada de nuevo en este rincón de mundo, esta vez sin establecimientos ni autocares al acecho.




La pesada aproximación al collado Lafatscher es el previo aviso de lo que detrás nos esperaba...después de un largo paseo de más de 2 h llegamos bajo la muralla. Asombrados de tal monumento, la tortícolis hacía estragos. Una cinta a 20 m del suelo mostraba el primer itinerario de la losa, "El último Mohicano", abierto en el 82. Yo me preguntaba si era VII sup. como decía el artículo o A3 a simple vista. En fin, olvidando tal alucinación, encarrilamos el gran diedro Auckenthaler hasta el inicio de nuestra aventura, unos 150 m más arriba. La roca es tan monolítica que parece mármol, y la losa un espejo más que impenetrable. Parece que hemos llegado bajo el objetivo y montamos reunión sobre un viejo pitón del gran diedro. No estaba muy claro el tinglado, pero a unos 15 m en la vertical nacía el diedro de la Sturmwind en cuestión, y por el momento ni siquiera una descolorida baga de consolación. Jean Charles, que sabía alemán y había leído el artículo, rompe el hielo y dice que cuando Sepp Jöchler abrió la primera tirada, clavó el primer pitón a los 20 m. Mi imaginación discurría para asegurarme ese tramo de muro con garantías. Encalomado ya en el diedro, comprendí el "porqué" del primer pitón. Todo un arsenal de friends, tascones y unos pocos pitones que arrastrábamos, sólo servían para pasearlos; la fisura a lo largo de los 250 m de diedro era semi-ciega y por tanto difícil de proteger. Sólo 12 clavos daban vida a tal desolación, la mayoría en las reuniones -casi de estribos- y uno en la cima para más consuelo.



Escalando el primer largo de la vía Sturmwind (VIº)

"De tal palo tal astilla", la dinastía Jöchler reafirmaba que con el paso del tiempo, la tradición de la más pura escalada en roca no había cambiado. Su padre, allí por los años 40, ya se fue con cuatro colegas a subir un ochomil del Himalaya con éxito. Lo particular de la empresa, fue la mentalidad de los 80, sistema alpino sin porteadores ni sherpas.



Aspecto monolítico del diedro de la vía Sturmwind

Después de cada tirada, la respuesta se hacía más patente mientras observaba el diedro Auckenthaler a mi derecha. Había encontrado por fin una "auténtica" muestra de la evolución de la escalada. El "boom" de la escalada deportiva catapultando uno tras otro los mitos del mes, como si de un poster del "PlayBoy" se tratara. Por fin se dieron cuenta que "hacer grado" es una cosa, y abrir vías "de grado" otra muy diferente. La dinastía del VIº grado nacida en estas paredes, sigue adelante con fuerza expandiéndose por todas las catedrales rocosas del mundo, y la mayoría de las veces por personajes desconocidos, pero con la misma mentalidad de los viejos maestros del Karwendel.

Armand Ballart  1988  (artículo aparecido en Extrem nº30)

ESCALADA EN EL PEDRAFORCA - REPASO HISTÓRICO






- Para la mayoría de los catalanes, la montaña del Pedraforca es todo un símbolo excursionista y su ascensión una cita obligada que tarde o temprano acaba sucediendo. El mágico perfil de sus dos cumbres, ensalza el secreto de una aventura rodeada de abismos, donde el uso de las manos nos aproxima al fantástico mundo de la escalada, aunque solo sea en su mínima expresión. A vista de profano, el Pedraforca aparece inexpugnable por sus cuatro costados, pero una clara afluencia de personal diverso, denota que no solo los rebecos poseen el don para salvar sus debilidades. Así pues, nos enfrentamos a una montaña clásica y emblemática por naturaleza, donde aprenderemos a no huir de los caminos marcados, y reseguir el itinerario más frecuentado para no extraviarnos de verdad. Después de una consistente subida hasta su vértice más solicitado, el Pedraforca aún ofrece un descenso tan o más exigente que no podemos olvidar. Son las características de un terreno muy agreste, que si a pie merece un respeto, imaginaros escalando por cualquiera de sus colosales paredes de calcáreo gris. Una gran escuela privilegiada en todos los sentidos, donde muchas generaciones han aprendido las leyes de la montaña, y ante todo a cultivar el instinto alpinistico gracias a un glosario de vías abiertas por los mejores escaladores de cada época. Unas sugestivas líneas repartidas por todo su perímetro, que descubren uno tras otro los sectores donde se ha plasmado la evolución en cada momento. Desde las pioneras rutas de la vertiente norte hasta las extremas realizaciones de la cara sur, encontraremos todo aquello que la civilización quiso exportar hacia esta curiosa silueta del Alt Berguedà, aislada de casi todo menos de los rayos y las nuevas tendencias. Las ascuas de la vieja chimenea del refugio Estasen nunca falleceran esperando la llegada del otoño, y sus guardas nos contaran muchos de los secretos que guarda esta entrañable montaña, helada en invierno, radiante en verano, pero eternamente misteriosa.



Lluís Estasen
     LOS PIONEROS

- No cabe duda que estamos ante la etapa más romántica de la escalada, en cuya figura de Lluís Estasen le corresponde todo el peso de la historia, y más en el Pedraforca. No solo él cayó en el magnetismo de la prehistórica escalada en nuestro país, sino que sus objetivos resultaron unos triunfos destacados en una época en que escalar era un arriesgado capricho al abasto de unos pocos privilegiados. El primer asalto de Estasen a la pared norte del Pedraforca fue por la Canal Roja y definitivamente por la vía de la Grallera en 1922. Un itinerario muy elocuente con solo dos tramos destacados rozando el IVº grado de dificultad, sabiendo de antemano que a la gran cueva de la Grallera se llegaba sin problemas desde la cumbre principal, descendiendo por la canal de la derecha para recolectar excrementos de los cuervos. Pero no fue hasta el verano del 28, que la insistencia de Estasen por conquistar de lleno la muralla norte diera el fruto esperado, y junto a Josep Puntas, Jofre Vila y Josep Rovira realizan la clásica de las clásicas: la vía Estasen. Armados con solo alpargatas y cuerdas de cáñamo, acertaron un trazado muy digno para la época, que con el tiempo ha resultado uno de los más repetidos de la pared. Una dificultad de poco más de IVº, y un bello recorrido exterior con unas impresionantes vistas de la pared, son los principales alicientes de éste objetivo imprescindible para todo romántico que se precie. Durante su primera repetición, dos años después de su apertura, Estasen junto con tres compañeros emplearon un par de clavos como elemento de seguridad, emulando la técnica de los países alpinos donde ya hacía varios años que se utilizaban habitualmente. Seria extenso evaluar el porqué del retraso con respecto a potencias como Austria donde el VIº grado apareciera ya en el año 1922, pero en Catalunya, el Vº queda registrado por vez primera con la célebre gesta de la ascensión al Cavall Bernat de Montserrat en 1935, el mismo año en que coincide otra célebre y atrevida ascensión en el Pedraforca: la vía Homedes. El trío formado por Francesc Homedes, Bernat Boixeda y Ramón Albareda, desvelan todo un tesoro, al terrible precio de la muerte de Homedes al quedar fulminado por un rayo al alcanzar la cima del Gat. Cabe destacar que la mayor parte de estas primeras escaladas se realizaban partiendo de Guardiola a pie, hacia el santuario de Gresolet o hacia Saldes, para al día siguiente ganar la base de la pared norte. Pese a este considerable esfuerzo añadido, cabe resaltar que el horario de estas primeras ascensiones no fue exagerado, la Grallera se superó en poco más de 2 h y la vía Estasen en unas 6 h.



Jordi Panyella "Pany"

     POSTGUERRA

- Acabada la guerra civil española la montaña toma de nuevo el protagonismo, y las entidades excursionistas más relevantes emprenden una brillante etapa regeneradora de los valores culturales y deportivos, fomentando las salidas hacia la alta montaña, la escalada y el alpinismo en general. Nuevas promociones de escaladores entran en escena para formar parte de los clubs especialmente creados para la práctica de estas disciplinas: el GAM (1940), el GEDE (1941) y el CADE (1942), tal como ya existía en los principales clubs alpinos europeos.
El acceso utilizado por los pioneros del grupo de Estasen ya es historia, una nueva pista trazada para extraer el carbón de las minas abiertas en el término de Saldes, representa un gran avance para llegar al "Pedra" subidos en los camiones mineros o caminando por la misma en el peor de los casos. La costumbre de los escaladores del momento consiste en ir a Montserrat los domingos (por norma general se trabajaba los sábados), y las pascuas, semana Santa u otros puentes al Pedraforca. En vacaciones se va al Pirineo, y el más afortunado una escapada a los Alpes en agosto, todo un lujo en los primeros años de la postguerra.
Ernest Mallafré, Josep Piqué, Vicenç Barbé, Jordi Ferrera, Raimon Estrems, Francesc Blasi, Jordi Panyella, Carme Romeu, Maria Antònia Simó y Núria Ferrera, del grupo barcelonés, y los manresanos Jaume Caselles y Lluís Serrat, serán los más adictos al Pedraforca en la primera mitad de los 40. En la Jaça dels Prats, punto neurálgico donde actualmente se alza el refugio Estasen, las cordadas acampan alrededor del fuego y se deleitan al son de las harmónicas soñando con futuros proyectos que no tardaran en hacerse realidad. Uno de los primeros en atacar de lleno es Jordi Panyella "Pany", un fuera de serie con mucho carácter, que dejaría bien alto el coraje catalán dentro y fuera de sus fronteras. Montserrat, Pirineo, Riglos y hasta el Peñón de Ifach, fueron escenarios de sus aperturas con una predilección especial por el Pedraforca. Pese a las acusadas dificultades económicas de la época, siempre que podía se instalaba en la bauma de les Orenetes y organizaba excursiones y escaladas por todo el macizo. Como instructor, primero del GAM y más tarde del CADE, perfeccionó la poco más que elemental técnica de por aquel entonces, consiguiendo unas primeras de categoría bien conocidas por todos. Así en el año 41 realiza la vía Pany al Collet de la Cova, la línea más asequible y atractiva por excelencia de la muralla norte, y unos días después la Pany-Ferrera, un trazado mucho más atrevido para la época, con un primer largo técnicamente exigente que contrasta con el resto del itinerario.
A la izquierda de la vía Homedes del Gat, aparece otro emblemático trazado que con el tiempo acaecera una gran clásica dels Cabirols: la vía María Antònia-Estrems. En el 44 "Pany" y Jordi Casasayas, inauguran la cara sur el Pollegó Inferior con la chimenea Pany-Haus, mientras que el mismo día pero en la pared opuesta, el trío formado por Jordi Font, Artur Molina y Octavi Torró desvelan otra descarada fisura imprescindible en el curriculum de todo pirineísta: la vía Font. Pero para fisura, la de Cañellas-Faus y Estorach del 46, todo un alarde de técnica y destreza para superar un terreno peliagudo y monolítico de verdad. A los hermanos Josep y Francesc Estorach les debemos entre otras muchas, la primera ascensión y el primer descenso junto con Emili Navarro, de la Canal del Riambau, una de las aventuras hivernales con más prestigio en el "Pedra".
Ante el evidente interés manifestado por el colectivo de escaladores, Estanislau Pellicer, delegado en Catalunya de la Federación Española de Montaña, propone a Julián Delgado Ubeda presidente de la misma, la construcción de un refugio de dos plantas en la explanada de la Jaça dels Prats. A finales de junio del 47 y durante un campamento patrocinado por la FEM, tiene lugar la colocación de la primera piedra de la construcción. Aquel día tuvo un final muy triste, al fallecer Lluís Estasen por una repentina embolia llegando a Saldes, cuando se proponía asistir al evento. El 26 de junio del 1949 fue inaugurado el refugio Lluís Estasen, cuyo nombre recordará para siempre el espíritu y la dedicación de este hombre de acción, eminentemente realista, y máximo precursor de la escalada catalana.   




Josep Manuel Anglada abriendo la via del Tronc  (1971)

EL RELEVO A LAS ALPARGATAS


- La década de los 50 trajo un mayor bienestar en casi todos los sentidos. Al Pedraforca ya se accedía con más constancia y ligereza, gracias a una mejor carretera de tierra que llegaba hasta el mismo pueblo de Saldes. La evolución del material de escalada, dio un paso de gigante. Aparecieron las primeras cuerdas de perlón traídas del extranjero, y mosquetones y pitones de marca diseñados a tal efecto. Solo faltaba la motivación de jóvenes cordadas, para enfilar nuevos proyectos con una técnica mucho más eficiente y avanzada. Del GAM del Club Muntanyenc Barcelonés, surgirá un personaje capaz de darle la vuelta al mismísimo Pedraforca y convencer a otros para hacerlo, se trata de Jose Manuel Anglada. Podríamos llenar páginas y más páginas contando cosas sobre él, pero nos centraremos en su profunda huella dejada en el Pedraforca, con nada más y nada menos que 11 itinerarios bien repartidos por todo el macizo, que evidencian su tenacidad y calidad como aperturista. Primero fue su primo "Paquito" Guillamón, la otra rueda que impulsaría una moto llamada Anglada. Con él consigue el Gran Diedro (57) y la Directísima (58), las líneas más repetidas en el corazón del Calderer, y la vía Anglada-Guillamón (59) en la monolítica cara sur. Con Heinz Pokorski explora el margen occidental de la muralla norte, escalando en el mismo día la Torre Capeta y la Agulla Suèvia (58). Años más tarde, junto con Joan Cerdà, abrirá diversos itinerarios entre los que destaca la vía situada en la cueva de la Grallera. A su vez, Joan Cerdà y Heinz Pokorski aciertan un elegante trazado en el eje del sector principal, la vía Cerdà-Pokorski (59), que años después el mismo Cerdà junto con Daniel Vergés, conseguirán unirla con el suelo gracias a la vía de entrada Cerdà-Vergés (66). Entretanto, la grieta más sugestiva del sector central se la adjudica Anglada con Royal Robbins, un invitado de lujo al que le encantan las fisuras peleonas al auténtico estilo americano. Una vez finalizada esta fructífera campaña y con Anglada bien ocupado organizando expediciones extra-europeas, el Pedraforca toma un breve respiro hasta la aparición del club de la bota rígida.




GENERACIÓN BOTA RÍGIDA

- Un hecho que nunca se ha aclarado del todo en nuestro particular mundo de la escalada, es el cambio inesperado de la suela flexible por la bota rígida, usada mayormente para excursiones de mediana y alta montaña. Algunos afirman que fue una tendencia alpinística erróneamente implantada, mientras que otros aseguran que era el mejor calzado para estar horas y horas sobre los estribos. Si lo primero tiene poco fundamento, lo segundo al menos resulta práctico, y es la posible respuesta a la buena dosis de artificial que imperó desde finales de los años 60 hasta casi finales de los 70. Fueron años de transición al igual que la política, y mucha gente se apuntó al carro de subir "como" sea sin importarle el "como" hacerlo. El incremento de la escalada artificial y de las buriladas en especial, condujo al éxtasis de encalomarse por los sitios más inverosímiles al son de las famosas directísimas de las legendarias paredes de los Alpes y las Dolomitas. Afortunadamente, la roca del Pedraforca ofrece muchas más posibilidades de pitonar respecto a otras escuelas, y el uso del buril fue más bien escaso. Tan solo la cara sur quedó al margen de todo esto, porqué de entrada había que burilar tanto, que ha nadie se le paso por la cabeza hacerlo y menos con bota rígida. Así pues, esta etapa nos brinda unos itinerarios mucho más técnicos entre los que destacan las vías Cerdà-Felicià (66), Sánchez-Gil (67), Sánchez-Galí (67), Sánchez-García (68), Anglada-Cerdà a la Grallera (72), La vía Carmeta (75), la acrobática vía Lalueza-Horrillo (76), y como colofón la vía Vargas-Peña (79), una consistente pedalada por un estético frontón que se lo merecía de verdad. Sus máximos protagonistas a la vista están, y todos coinciden con una pasión desenfrenada por abrir vías en los lugares más aéreos y vertiginosos. Destaca por puntuación después de J. M. Anglada, la figura de Josep Sánchez, uno de los aperturistas más relevantes de los años 60 y 70, con unas primeras de categoría en las principales paredes catalanas. Citar también el grupo bautizado como los "Barrufets", cuya trayectoria les llevaría por los lugares más remotos dejando constancia de su buen hacer. Jordi Camprubí, Remi Brescó, Xavi Pérez Gil, Albert Gómez, Miquel Lusilla, Toni Ramírez, Pere Roca, y algún que otro "pitufo" que se les unía en ocasiones, formaron un compacto grupo todo-terreno con una tendencia más alpinística, que expuso en el Pedraforca gran parte de su obra.




JOAN MARTÍ, EL GUARDA

- En el año 75, y sustituyendo a Jordi Sans, el anterior guarda, aparece Joan Martí. Desde aquel mismo instante subir al Pedraforca representó tropezar con él, que no es precisamente un personaje escurridizo y discreto, más bien todo lo contrario, bondad ilimitada y carácter para frenar una tormenta. Un hombre capaz de crear escuela, liquidar todos los mitos del momento, y renunciar a la rutina urbana por una vida pausada pero intensa. Gracias a su clara influencia como escalador clásico, la estancia de Joan Martí en el Pedraforca ha repercutido a controlar el asunto durante un cuarto de siglo largo, y moderar el desmadre ocurrido en otros lugares, con respecto a los temas siempre candentes que iluminan los actuales fórums de internet. "Donde este un buen clavo que se quiten los parabolts", el lema capital que protege la casi totalidad del Pedraforca, salvo la cara sur, un espacio incontrolado donde muchos han hecho lo que han podido o lo que han querido.
Su vinculación con la montaña ha contribuido al fracaso de muchas tragedias por negligencias en la mayoria de los casos, que le honran como uno de los guardas más representativos por su excelente labor. No obstante, hubo un día en que el destino casi se tuerce al estrellarse el helicóptero de rescate con Joan en su interior, obligando a sus tripulantes a un salto decisivo antes de la colisión para salvar el pellejo y poder contarlo. Testimonio de ello es la pala maltrecha del rotor de la aeronave, colgada de la fachada del refugio como recuerdo.
Sin lugar a dudas, los nombres de Joan Martí del Castillo y Lluís Estasen, quedaran estrechamente ligados para siempre a la historia del Pedraforca. A partir del 2009, Jordi Gallardo "Punky" toma el relevo al frente del refugio Estasen pese a la crisis económica latente, aportando la energía necesaria y el empeño vital para llevarlo adelante, junto a su compañera Roser y el apoyo puntual de Sheila. Apartado actualmente de sus labores como guarda, la ocupación de Joan Martí sigue fiel a sus inquietudes rurales siempre próximas a la montaña, y al Berguedà en especial. De su balance como aperturista nos deja un ajustado repertorio de primeras, principalmente en el "Pedra", cuya estética y elegancia queda patente en sus dos itinerarios más representativos: la vía del Guarda (76) y la vía del Estimball (79), dos joyas imprescindibles del Pedraforca.



Joan Martí y Armand Ballart  (1979)


RUMBO AL ESTIMBALL

- A finales de los años 70 la escalada en roca catalana estuvo marcada por una sonada tribu juvenil barcelonesa llamados los "Piratas", que con su pasión autodidacta marcó un grueso paréntesis entre lo anterior y lo que posteriormente se avecinaba: la escalada deportiva. Antonio García Picazo, José Rodríguez, Toni González, Joan Altimira, Miguel Arcarons, Sergio Martínez, Lluís Hortalà, Manolo Martínez, Nacho Ruíz, Lluís Agustí, Claudio Mena, Armand Ballart, César Pérez Hurtado y German Folch, entre los más conocidos, se limitaron a escalar lo mejor posible todo lo que estuvo a su alcance. Allí donde las haya, sus revolucionarias primeras aún mantienen un merecido prestigio, pues fueron abiertas con una filosofía tal, que tenían que superar el listón dejado por los grandes maestros de la postguerra evitando al máximo lo artificial. De esta forma, aparecen itinerarios míticos como la vía Valentín Casanovas en la Paret de l'Aeri (76), la Cósmica en la Paret dels Diables (78), la Easy Rider de l'Aeri (78), la Aresta Arcarons (78) en Montserrat, la vía dels Catalans al Mallo Pisón de Riglos (77), o la Directa Zarathustra al Gallinero (79), que destacaron ampliamente dentro de la generación de la bota rígida. Con la aparición del pie de gato en España (78), se ensanchan los límites en lo que se refiere a la forma de escalar, y paredes como la cara sur del Pedraforca se sitúan en la diana de los principales objetivos. Es el momento en que el destino mezcla un cóctel explosivo en el refugio Estasen: Joan Martí, Joan Carles Griso, Miguel Arcarons y Armand Ballart, de cabeza hacia la cara sur armados con todo aquello que sirva para subirse por unas placas más lisas que las suelas de sus rudimentarios pies de gato recién estrenados. Alojados al estilo hindú en un recio campamento en el Prat de Reo, y con suministro diario de vino, pan y vianda por parte del oficial de enlace llamado Oriol, este grupo abrirá sin quererlo, el itinerario que marcará un antes y un después en la escalada al Pedraforca: la vía del Estimball (79). A partir de ésta, la rabiosa fiebre del "Free-Climb" entrará por las fronteras desde el Verdón sin pasar aduanas, al increíble precio de enterrar en poco tiempo toda la esencia de la escalada tradicional. Una "New Wave" acababa de penetrar en el entorno y su oscilación pronto llegará hasta la mismísima puerta del refugio Estasen.



Expedición New Wave 84 al Annapurna


LA NEW WAVE

- Aunque el grupo de los "Barrufets" precediera generacionalmente al de los "Piratas", no hubo ningún ligamen en común, cada uno siguió fiel a su particular estilo de concebir y descubrir nuevos objetivos, con un cierto recelo en muchos casos. En cambio, los "Piratas" sí influyeron a los siguientes, que si bien eran un poco más jóvenes, poseían una mentalidad mucho más abierta y dispuesta a aceptar cualquier transformación. Nombres como Toni García "Vikingo", Enric Lucas, Josep Rigol, Albert Cucó, Josep Lluís Moreno o los hermanos Néstor y Nil Bohigas entre los más representativos, desfilaron por el refugio Estasen cargados de energía y nuevas ideas que pronto pondrán en funcionamiento. De entrada equipan la primera vía por arriba del "Pedra" en las magníficas placas de la cara sur: la Star Mc Hara (81). Su exceso energético pone de moda los encadenamientos de vías en pocas horas, saltando de un Pollegó a otro como en una carrera de obstáculos. Tanto maratón desenfrenado sirve para marcharse al poco tiempo al Pakistán junto con Joan Martí (82), a escalar el Saraghrar en estilo alpino y terminar un proyecto que dos expediciones anteriores habían aparcado por falta de tiempo y recursos. La "New Wave" concluyó con éxito el objetivo marcado, volviendo al Pedraforca muy satisfecha y con nuevos proyectos en cartera. Uno de ellos, fue la sonada ascensión a la cara sur del Annapurna por Enric Lucas y Nil Bohigas en el 84, cuya ola aún perdura 25 años después del evento. Si la chimenea del refugio Estasen pudiera hablar, nos contaría los mil y un proyectos alpinísticos que se cocieron en esa época, pero las nuevas tendencias empujaron fuerte hacia la escalada libre y en nuestro caso hacia la cara sur. Disfrazados con coloridas mallas y rebozados de magnesio, a los nuevos "grimpanautas" les salió el reto de encadenar o más bien encadenarse a una nueva disciplina llamada "Free". Pero no todo el mundo cambió de chaqueta. Unos pocos "Piratas" refugiados en las entrañas montserratinas, se resistieron al cambio y sus ideales no se derrumbaron. Toda una autoridad como Antonio García Picazo, dejó su nombre bien inscrito en su columna al corazón del Calderer (84), y un año más tarde en la norte del Pollegó Inferior, pasando olímpicamente de las nuevas tendencias que ridiculizaban el uso de la maza y los estribos.




OBJETIVO: CARA SUR

- De pronto, las revistas especializadas se volvieron monotemáticas mostrando a destajo los figurines del mono dedo encalomados por espejos de calcáreo cada vez más extremos. El Verdón era el referente del momento, y por fin los gabachos habían encontrado la manera de ampliar el negocio y enganchar más gente a las paredes: equipando por arriba sin remordimientos. Además, cualquiera podía hacerlo, no hacía falta ninguna experiencia previa. Bajar, probar, equipar y encadenar, los 4 pasos de una nueva mecánica que rompía el molde, y se alejaba cada vez más del oficio aperturista donde de entrada hacía falta saber escalar. Este maremágnum solo sirvió para distanciar al gran público de las escaladas clásicas de toda la vida, vetustas y expuestas de antemano, y aproximarlo al carro de las cintas exprés. Con ello, la mayor parte del Pedraforca quedó desierto salvo la cara sur del Pollegó Inferior, donde florecieron las chapas a ritmo de un nuevo artilugio llamado espitador, originalmente usado por los espeleólogos. De todas formas, de las 30 vías existentes actualmente en la cara sur, solo unas 8 fueron equipadas por arriba. Así, después de la mencionada vía del Estimball, aparecieron la vía de la Patum (79), la preciosa vía del Emilio (79), el arrogante Esperó Barrufets (80), Barrufets Exprés (81), la vía de Tots (81), Ska (81), Choras Piengue (83), Jordi Verdaguer (84), Lobo Pirata (85) y la vía de l'Alicorn (88) entre las más destacadas, como fiel muestra del nivel y la calidad de sus aperturistas. Años después y con la introducción del taladro, se suman una serie de itinerarios sistemáticamente equipados: vía Somni de Pedra (92), la vía del David (93), El Camí del Tro (93) y la Pany & Company (95), que no han ido a más. Por otra parte, la mayoría de las vías precedentes serán liberadas en su momento, dado el notable incremento del grado en todas las escuelas más importantes del país. Así, la vía del Estimball es forzada por David Tarragó, mientras que la vía del Emilio corre a cargo del malogrado Josep Mª Alsina. A finales de los 80 empieza a menguar el interés deportivo por la cara sur, ya que la aproximación a la pared no es precisamente de las cómodas, y el recién estrenado 8º grado exige una dinámica diferente. Para remediarlo, un buen número de bordillos equipados relativamente cercanos al refugio, serán el pequeño reclamo para los aficionados al grado puro y duro, pero poco triunfaran por sus húmedas características. Por estas fechas, aparece por el refugio un mecánico-dentista llamado Xavier Barrachina, que con sus empastes en forma de robustas chapas con argolla, aliviará hasta el momento los pasos claves y las reuniones de los itinerarios más frecuentados. Todo un detalle para que el personal más reacio vuelva con ganas al Pedraforca, sin la típica excusa del óxido y la ferralla.




EL ROGET EXISTE

- A finales de los años 80, la cara sur quedó bastante saturada de itinerarios y los más adictos al Pedraforca encontraron en la pared del Roget una auténtica válvula de escape para satisfacer sus necesidades. En ocasiones "los árboles no dejan ver el bosque", y es que esta elocuente tapia situada sobre el mismísimo pueblo de Saldes, había pasado totalmente inadvertida al colectivo aperturista, pese a sus evidencias, roca de primera, y orientación privilegiada para escalar casi todo el año. Así pues, a primeros del 89, Joan Martí, Toni García, Josep Rigol y el mencionado Xavier Barrachina, desvelan una de sus líneas más bonitas e interesantes: la vía Prima. Tras los comentarios del hallazgo, sus descubridores serán los afortunados en escoger los objetivos más golosos, antes que una senda campaña de acoso a la fortaleza, remate lo más evidente y atrevido. Rápidamente aparecen la vía Carnestoltes, En busca de l'Unicorn y Dents del Lleó (todas del 89), hasta que de un nuevo asedio surgen la vía Cobra, la Dorian, la vía de la Lola y la Paul Preuss (todas del 91). Años más tarde se abrirán las rutas más elaboradas como El Lujo de la Miseria (95), la vía de l'Avi Miquel (99), el Desplom del Palancó (99), y por último la Cova dels Barrufets (06). De alguna manera, el Roget ha llenado un vacío y ha supuesto un cómodo sector periférico, pero al alcance del murmullo rural, por lo que su frecuentación ha sido más bien escasa, en relación a los sectores más arropados por los encantos de la montaña.



Escalando en nuevos sectores como el Mirador

HACIA EL AÑO 2000

- Con la proliferación de nuevas escuelas deportivas por toda la geografía peninsular, la moda de la chapa gruesa hace que disminuya drásticamente el interés y la afluencia de escaladores al Pedraforca. La antigua obra de Agustí Jolís y Mª Antònia Simó editada por el Centro Excursionista de Catalunya en el 69, resta agotada y muy desfasada con respecto al volumen de información existente. Por todo ello y pese a la aparición de una nueva guía de la pluma de Joan Jover, ésta década solo nos obsequia con pequeñas pinceladas de fidelidad a la causa, gracias a los asiduos más románticos que son pocos. Entre ellos, Manel Pedro "Gastón" y Joan Freixas, aprovechan la calma para abrir varios itinerarios en la cara norte de Cabirols para no ir más lejos, mientras que Gustavo Mañez "Kush" hace lo propio en la vertiente contraria mucho más inédita y soleada. Otros como Josep Jané, Jordi Magriñá o Arnau Julià, les va la marcha de subir la penosa tartera central, para recrearse por la olvidada cara norte del Pollegó Inferior, un terreno especialmente diseñado para las mentes más alpinas por su aislamiento respecto al resto. Como ya hemos comentado anteriormente, en la desierta cara sur ruge el taladro a sus anchas para sumar cuatro itinerarios equipados de todas las medidas y dificultades. Entre ellos destacará El Camí del Tro (93), la alternativa más solicitada hasta el momento para estrenarse con éxito en la sur, y amortizar el considerable trecho desde el refugio. Las vías Ventura Highway (97) y Pura Vida (99) abiertas por abajo, continúan defensando el particular estilo del lugar, después del más largo asedio mecánico ocurrido en los dominios del Pedraforca. Al margen de todo esto, la cara norte continua olvidada y envuelta en un misterioso velo que impide enfocar y ver realmente el género. Solo algún que otro iluminado, consigue calibrar el objetivo y cerciorarse de que la muralla es mucho más de lo que se observa desde el refugio. La vía Turisme Tecnológic (95) da un paso más allá, y rompe las pautas del sector central del Calderer, donde solo las vías Antaviana (87) y Ritual Extrem (99) consiguen situarse entre las celebridades antes de terminar el milenio.



Jordi Gallardo "Punky" en el Esperó del Refugi

ÚLTIMA DÉCADA

- A partir del año 2000 una mueva ola de acontecimientos tambaleará el refugio, cuando por su puerta aparece un personaje llamado Alex Vives, cuya robustez iguala al tamaño de su buen corazón. Muy bien no sabe a lo que ha venido, pero de repente se encuentra como en casa, a la sombra de Joan Martí, y con muchos números para ser su futuro yerno. La cuestión es que en su enorme cabeza de empresario, retiene un nombre firmemente grabado: la Grallera. Pronto conoce a los asiduos del lugar, y el que le ofrece más garantías para ir a explorar la Grallera resulta ser Armand Ballart, un enamorado más del Pedraforca, con una especial predilección por abrir vías donde sea. Sin pensarlo dos veces enfilan rumbo a la Grallera, y pasado ésta encuentran un buen tocho para abrir Área Privada (01), una buena atalaya para controlar perfectamente el sector. Al cabo de pocos días, Alex vuelve al mismo escenario con los compañeros de su empresa para realizar l'Esperó dels Lampistes, pero con todo ello, el enigma principal continua en su mente. No será hasta el verano siguiente, que con Armand descubrirá la respuesta a su sueño por una línea discontinua pero intensa: la vía Triple Directa a la Grallera (02).
Este año surge una nueva propuesta conocida como "Cavalls del Vent", que reactivará el motor del Parc Natural Cadí-Moixeró gracias una progresiva afluencia de personal para hacerse con un nuevo objetivo: encadenar mediante una ruta señalizada, los 8 refugios situados en la zona. Una bonita experiencia para descubrir, paseando o corriendo según las preferencias, este accidentado marco pre pirenaico y a su vez sus refugios más emblemáticos: Lluís Estasen, Prat d'Aguiló, Els Cortals, Serrat de les Esposes, Sant Jordi, Niu d'Àliga, El Rebost y Gresolet.
Entre tanto, el martilleo y el taladro rompen el silencio en las entrañas de la muralla norte. Jordi Camprubí y Jordi Bonet inmersos en un universo gris de 1000 m de recorrido llamado Barrufets, es el resultado de unir todos los mejores tramos de dificultad situados a la izquierda de la Canal del Riambau, con un trazado a ratos lógico, y cuando no definido por el material colocado a tal efecto. Después de estas dilatadas ascensiones, tanto J. Camprubí como A. Ballart quedan prendados por lo que realmente configura la gran pared norte, a pesar de sendas cornisas que la atraviesan de un lado a otro. Tres pisos de evidente entidad, con varias posibilidades a priori, y lo más extraño es que a nadie se le haya ocurrido subir por ahí excepto a Pany y Ferrera en el 41 esquivando las dificultades. En dos jornadas queda desvelado el asunto, y esta buena combinación Barrufet-Pirata desvela y bautiza la vía Joan Martí (06), como detalle para recordarlo para siempre en su pared más querida por defecto. Al año siguiente, Pau Tomé y de nuevo A. Ballart descubren otra ruta sugerente a la izquierda de la anterior, que no dudan en denominarla Nordmagnum (07) por su recio carácter.
Por último, tres nuevas líneas aparecen en la cara norte: l'Esperó del Refugi (08), la Lunascente (09) y la Thora Blava a la Grallera (10), en respuesta al evidente interés aperturista que aún sostiene esta magnífica vertiente, cuyo único secreto reside en escalarla una y otra vez, hasta tomarle el cariño que se merece.



Generación Budo Taiutsu en el refugio Estasen

Publicado en GAME Magazine nº18  (marzo-2011)